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JULIO
Por: Natalie Rosario Ruiz

Érase una vez un abuelito de esos que no son comunes. Uno de esos que coleccionaba conchas por sueños y las preparaba en muritos pequeños para resguardar la vida. Un abuelito de esos que estaba lleno de cuentos y desbordado de anegdotas, uno de esos que rompía los paradigmas del abuelo molde. Era malcriao', malhablao' y nada santo, pero aun así tenía el cielo gano. Todos en la calle lo conocían, que digo calle, en el pueblo. No regalaba dinero, pero le llenaba las manos a sus nietos de dulces, muchos dulces provenientes de "La tiendita", un lugar mágico apostado en una esquina. Ese abuelito estaba lleno de vida, uff que digo vida, energía. Tenía las manos todas destruidas porque no se cansaba de construir columpios, de construir casitas, de construir memorias. Ese abuelito estaba tatuado en el corazón de muchos. A veces olía a alcohol, otras a cigarillos, pero más que eso siempre olía a amor y a alegrías melladas por chistes bobitos; chistes PG-13. Caminaba así, medio jorobado y bailaba así medio feito, pero todos aun así alentaban sus pasos bisoriocos.

 

Hace algunas horas, tal vez un día, había en la Playa de Ponce un abuelito de esos. De esos que no son comunes, que comía cosas raras como bacalao del que no me gusta. De esos que tomaba el café en cualquier vasito de plástico que encontraba, a pesar de que la cocina estaba llena de tazas lindas. Un abuelito de esos al que se le fue cayendo el pelo y al que se le desfiguraron los tatuajes de tantas arrugas; de tanta experiencia.

 

Si yo supiera que ese abuelito me escucha le diría que fue el mejor abuelito del mundo y que hay muchos nietos que pueden dar fe de ello. Si yo supiera que Dios me escucha le diría que esa noche estrellada del 25 de julio, el cielo ganó un maravilloso abuelito, o quién sabe, tal vez ganó un maravilloso niño.

 

Algún día lo sabré, pero mientras desde aquí le digo ¡Gracias abuelito Julio!

ABUELA GEORGIE
Por: Natalie Rosario Ruiz

Érase una vez una abuelita que tras su partida me dejó una sonrisa. Tardé un poco en encontrarla, pero finalmente llegué a ella. En medio del batallón de recuerdos y la tristeza, encontré el agradecimiento por los años de cuidado, por los veranos compartidos, los regaños y las sonrisas llenas de esperanza. 


Ahora solo me queda decir: “¡Gracias!”. Por ser mi infancia vestida de brazos acogedores, autora de momentos maravillosos y custodia de alegrías inolvidables. Gracias por dejarme jugar en el patio que yo veía como un terreno lleno de aventuras.  Gracias por dejarme bañar con la manguera, a pesar de ser lo menos sensato para el bolsillo. «¡Que mucho me tocó suplicarte por esos permisos!» Pero ahí estabas, accediendo a todo por una de nuestras sonrisas. Contigo aprendí a hacer vestidos con sobras de telas, agujas dobladas e hilos gastados. Aprendí que los alfileres del piso se recogen con un imán y que cuando una costurera está en la máquina, no es momento de molestar. Aprendí que las puertas de una casa lucen mejor abiertas, y que “la bendición” es lo primero que se debe pedir. Gracias por mi traje de quinceañero, por los trajes de boda y por los de vejigantes. Gracias por los uniformes de clase y por la maravillosa falda de bomba que un día me preparaste. No he visto falda mejor que esa, te lo aseguro. Gracias por enseñarme a comer domplines con un vaso de agua, muchos me han dicho que se llaman arepas, pero yo sé que eso no es cierto y que solo vale el nombre que le pongan en Ponce. Gracias por las mollejas y por los guanimos, que no me gustaban. Por las tardes de televisión y las telenovelas. Fue contigo que aprendí a verlas y parte de la crianza que nos diste fue a través de la rosa de Guadalupe y de Como dice el dicho. La madurez que hoy me gasto tiene su origen ahí. Gracias por los chocolates tras cada visita y por el turrón que nunca faltaba en las navidades. Fuiste muy mía y muy de todos. Siempre dejando una historia que contar en el corazón de cada uno. Pensé que estaría rota tras tu partida, pero contrario a eso, estoy agradecida por tu vida. 


Gracias por ser la mejor madre para mi madre y por criarla tal cual mi corazón la necesitaba. Pienso que tal vez sin saberlo, siempre lo supiste todo. Tengo mucho que admirarle a mi madre, y mucho de eso, ella te lo debe a ti. Gracias por dar a luz nuestra familia. Por enfrentar los sacrificios de la hazaña con gallardía y por procurar las sonrisas de los tuyos. Me hubiera gustado quedarme contigo para siempre, y que tus enseñanzas llegaran de primera mano a mis hijos, pero te correspondía un merecido descanso junto al Padre al que siempre le oraste y que te encargaste de poner en nuestros corazones, junto al abuelo Julio y a tu mamita querida. «¡Que mucho la mencionaste esas últimas semanas!» Te mereces darle ese abrazo por el que tanto esperaste.

Yo prometo pasar lo aprendido, 


como mi madre se encargó de pasármelo a mí. 


Por muchos años tú cuidaste de ella, 


ahora yo prometo cuidarla por ti. 


Gracias por haber sido luz en nuestros caminos, 


confío en que ahora, la luz te acompaña a ti. 

OTRA VEZ LA MISMA PÉRDIDA
Por: Natalie Rosario Ruiz

Hoy la noche escuchará otro llanto

pujado de intentos fallidos

por conversaciones pálidas

y por una añoranza secreta

que ya no tiene más cabida.

Hoy la noche tendrán que llorar conmigo

porque ella es lo que me queda

y yo necesito llorarme en un gran paño

que me secunde en silencio.

 

Ya se va,

ya se fue,

ya no está.

UN SOPLO EN EL CORAZÓN
Por: Natalie Rosario Ruiz

¿Será que es un chillido agudo,

fatigoso y sostenido

que te cruza los bordes del respiro

como si arañara con uñas largas una pizarra verde opaco?

¿O será un suspiro vago

que deambula como fantasma desorientado

buscando un no sé que y dañando otros no sé cuantos?

¿Será como un eco vacío,

como faltó, como nada y es precisamente por esa nada que se sabe que si existe?

¿O será como un crujir de dientes

hastioso y agobiante

que casi parece apretar el corazón

en asfixias como a una presa?

... ¿acaso será como un soplar sutil de los labios?

De unos labios abstractos en el centro del centro con un aire lento que se estira por la anchura del pecho hasta acapararlo por completo bajo la piel,

por entre las costillas mismas.

¿O será un aire en línea recta como rayo de luz en alguna dirección?

¿Será que se hace sonar?

¿O será que sólo es presencia

sin más anuncio que el espacio que ocupa

en un cuerpo no suyo?

¿Ocupará espacio?

¿O es sólo una cosa de esas que no tiene forma,

pero te aformata a la mala, a la pésima…

sin más permiso que el aprontamiento

y el caminar pedante de una sombra rota?

¿Será que acaso es un augurio?

De esos que pesan más que uno mismo y luego buscan hacerse hueco en un huésped que no pasa las veinte libras.

¿Sabe a él que el corazón le sopla?

¿O sólo yo cargo con ese secreto?

¿Sabrá el que el corazón le sopla?

¿O sólo yo sé qué le pesa?

¿Sabes tú que el corazón te sopla?

¿O sólo a mí me toca saberlo?

TORTURA
Por: Natalie Rosario Ruiz

Si pudiera hablarte creo que no lo haría.

Si te pienso mucho siento que no debería,

que lo que pienso es solo un recuerdo vago

de quien no existe…

de quien no eres.

Si te veo en mis sueños

siento que ya no eres tú,

que solo veo un fantasma,

vivo y definido,

demasiado lejos, lejísimos de mi alcance,

pero demasiado cerca como para que duela y moleste.

Si pudiera borrarte lo haría

casi sin dudarlo,

¿cierto?

Porque incluso cuando tú ya no me piensas,

ya no me ves,

una parte de ti, u otra versión,

《¿Quién sabría?》

Sigue colándose en mis sueños,

en mis pensamientos,

en mi vida…

pensándome,

pidiéndome a gritos que le de mi atención

pidiendo a gritos que nos encontremos

donde tú ya no quieres

y yo tampoco.

LOS RITOS DE LA LENGUA CORTADA
Por: Natalie Rosario Ruiz

Sé que Asteria compone ritos

aventados al vacío

porque le lluviestenan presiones malrreadas

de esas que marpican el alma;

que le afietan las marchas

y las llagas

y las anchas.

Ahora yo no tengo palabras para apalabrarme

mientras me voy rompiendo

entre entrecortadas

que duelen, y molestan, y enrroscan

mientras me nessiento

mafillada de asfixia,

parmetada de arritmia,

para arribatarme de tanto en tanto

opciones nulas

e imaginarios que parecían reales,

pero que solo se preñaron de fantasías.

Y lloro.

Lloro por dentro...

solo dentro,

donde se puede llorar...

o mi destino será un afillatado de manos quebrantadas

y degolladas,

cercenadas,

pramitadas en intentos faltos,

malcalladas en voces pellejas

y llaminadas en pedazo moridos;

de poco valor.

 

ASÍ ESTOY,

muerta…

atacayada de opiniones

y de palabras que ya no aspiran.

LA PRONUNCIA
Por: Natalie Rosario Ruiz

Ya no duele pronunciar tu nombre.

No me duelen ni las eses, ni las efes, ni las ies.

Ya no me pesa mirar las grafías de tu identidad

ni me tortura el fantasma de tu imagen

o el recuerdo persistente de tu adiós.

Ya no me agobio en el universo de posibilidades

que dejamos amputado a media esquina

ni me ahogo en los pensares paranoicos de un apocalipsis que ya pasó.

No me recuesto de mis penas a la espera de la nada

ni medito nuestros tropiezos buscándoles una vuelta más.

Ya no me duele pronunciar tu nombre,

ahora suena tan común que a veces no soy consciente

de que se me ha escapado por entre los labios

casi tan normal como antes de tu partida,

como antes de que pensarte doliera.

Ya no me duele pronunciarte

y aunque me fuerzo a no mencionarte para no retroceder mis pasos

he visto que ya no me duele nombrarte,

ni mirarte,

ni cavilarte,

ni olvidarte.

Finalmente he respirado tierna.

Ya no me duele seguir sin ti.

FINALES
Por: Natalie Rosario Ruiz

Me he quedado corta de intentos.

El semestre me está comiendo viva

y no hay positivismo que amortigüe

el golpe

de su

factura.

Me estoy ahogando en relleno de palabras.

Las neuronas mueren

y con ellas,

la cabeza se me ha quedado sin pensamientos.

Son 7 para historia del arte,

30 para la investigación de ciencias,

10 para la reacción de poesía,

3 para la reseña de inglés,

15 de literatura comparada,

2 exámenes y una exposición

quien sabe de qué.

Y el tiempo, que se consume en una calada,

no da, no da para pagar tanto bill.

todo con pie forzado,

todo con deadlines,

todo sin humanidad

y sin lubricación;

a lo salvaje mode.

Siento como si aquí uno se jugara la vida

y solo hablamos de una semana.

Ya mi estrés le ha ganado

a la soledad el puesto de verdugo

las lecturas me están asfixiando

y automatizada, ya la mano produce bazofia,

y no pidan más.

Ya no me queda pasatiempo que hipotecarle al tiempo,

me he quedado sin propiedades.

como si de las Aes dependiera mi aliento

he prostituido mis ideales

.

.

.

Esta madre esta cabrona

Después preguntan:

‒ ¿Por qué rendirse aparece en tu diccionario?‒

Porque ya me he quedado sin alma que vender,

sin préstamo que solicitar,

sin crédito que me aprueben

para escribir una página más.

El sistema me tiene la navaja al cuello

entre ceja y ceja me apunta el futuro

y yo adentro me estoy empancinando;

si callo un poco más, muero de sobredosis.

Y cuando pienso que he llegado a la luz

aparece Pedro y me dice

‒Sorry bro, Todavía no.

Encájate este que

no pasa ni

con vas

elin

a.

Y caigo de cara al pavimento,

y me hundo en la bruma.

¿Dónde es que queda el tiempo de vivir?

¿Dónde es que queda el tiempo de ser joven?

¿Dónde se nos quedó el YOLO?

Porque siento que mi vida solo está

sujeta al libreto

y no logro pensarme más allá de los márgenes.

El sistema ha puesto buenas barricadas.

Creo que las letras pequeñas me clavaron

y este contrato solo venía con estafas.

Y pregúntame si de verdad he tenido break de entender algo.

Me estoy masticando yo misma,

en ansias,

como chicle gomoso

de plástico y producción en masa.

¡¿Es que no ven?!

Que no me basto yo misma

para obligarme a dar otro paso,

que parece que las paredes se me vienen encima

cada que paso por los pasillos

Transpirando hasta llegar al 211

al 304

al 101

al B105

al 107

al 302

al examen de Historia

a la presentación de ESIN4056…

y no malinterpreten,

sé que soy capaz de pasar el semestre.

Lo que digo es que no me basto ni yo ni el tiempo

para cumplirle a todos

y cumplirme a mí.

A la larga uno de los dos se va a quedar

y temo que el libreto me gane la batalla,

y me quede sola;

vacía.

Sin nada más allá de los márgenes,

porque desde siempre solo sé

cumplir con deadlines

con pies forzados

con líneas prescritas

[respiremos]

y mejor vayamos cortando

porque he tenido que empeñar una clase

para pagar una hora con

lápiz,

papel

y tu oído.

Yo soy lo que soy.
No trates de nombrarme entre las casillas
ni de hacerme posible entre las imposibilidades.
Yo soy lo que soy.
Tal cual.
No lo que tú nombres.
Así que no me busques dentro de los márgenes por que mis múltiples habitan desde su universo mismo.
—¿Quién eres entonces? —me preguntarás una y mil veces.
—Lo que soy. Tal cual —te responderé cada una de ellas.
Y a tí te perturbará no poder apellidarme entre las letras,
pero a mi me liberará saber que no soy de ningún título.

—¿QUIÉN ERES? —gritarás cuestionándome.
—Yo soy lo que soy —repetiré resuelta.

FLUIR DE CONSCIENCIA I
Por: Natalie Rosario Ruiz

FLUIR DE CONSCIENCIA II
Por: Natalie Rosario Ruiz

Estoy rota, rotísima;
rotutendrada...
y sé que miras mis piezas
de puntas filosas y de bordes curvos,
de Astillas,
como si fueran poco, o nada;
pero no tengo nada que esconder.
Acepto que estoy rota una vez más.
Encontrada entre el desastre
de un temporal,
de un tornado,
de un eclipse,
con mis partes fragmentadas
y revuelta a pegar incongruenta
con barro y sal,
con barro y sangre,
con barro y agua.
Estoy rota, está claro, pero no dañada...
solo rota,
solo partida,
solo mutada,
alterada;
estoy rota de rehecha,
corrompida de tus formas tal vez...,
pero no dañada;
jamás dañada.



¿Cómo ventilo la piedra del pecho?
¿Cómo la saco sin rajarme a la mitad
cuando cada inhalar me duele
y cada exhalar me pesa?

No me da.
Respirar no me da para ventilarme la rabia
cuando siento la sombra de mi bestia colárseme por las pupilas.
No me da respirar para librarme del ancla
que amenaza con hundirme.
No me da para abstenerme de arder
y quemar el mundo conmigo.

¿Qué hago cuando el peñón del pecho
me grita deshazte, destruye, derrama
y las lágrimas se me desbordan pintadas de lava infierno;
trazando una condena en mis mejillas.

No me da.
Respirar no me da para ventilar la guerra de mil brujas que gritan: ¡Para!
¡Para o ardo!
¡Para o muero!
¡Para o quiebro!

¿Cómo hago para ventilarme las ganas de huir?
Las ganas de sufrir sin medida
y en ello, terraquenear cada intención malhechada.

Simplemente no me da.
Respirar no me da,
pero escribir Sí.
Abrirme entre tinta roja, siempre da.

Ventilar
Por: Natalie Rosario Ruiz

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