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Natalie Rosario Ruiz

¡Hablemos del filo de tu piel !

Novela : El filo de tu piel

Autor: José Ignacio Valenzuela

Reseña: Natalie Rosario Ruiz



Esta reseña será un poco diferente a las acostumbradas, ya que no sólo les compartiré mi experiencia con la historia que Valenzuela nos propone, sino también aquello que nació de ella. Sin embargo, antes comienzo diciéndoles que 𝘌𝘭 𝘧𝘪𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘱𝘪𝘦𝘭 es una novela consistente y con personajes exquisitamente desarrollados que abduce a su lector atrapándolo como planta carnívora, y de hecho, no sientes que lees una novela sino una realidad. Por lo que resulta difícil trazar líneas. El autor se hace de buenas estrategias para lograr la empatía de quien le lee, sometiéndolo, muy sutilmente, a los escenarios, imágenes y vivencias que Diego y Ulises experimentan. La historia goza de una narración viva y casi palpable en primera persona, de una estructura firme y de una atmósfera casi visible. Es sorpresiva, a pesar de ser una novela cuyo relato y situaciones el lector se puede esperar, por lo que no hay duda de que el autor sabe cómo contar una historia.


Siento que cada centímetro de mi corazón estuvo apostado en estas líneas dejándose sarandear por el vaivén de los personajes. Morí con cada dolor del protagonista y resucite con cada una de sus alegrías. Cada paso que te lleva al final es un salto de fe en el que el lector está a merced del autor y de lo que este decida escribir. Por lo que cada capítulo debe tomarse con cautela, sobre todo cuando te identificas con los conflictos que atraviesan Diego o Ulises.


No lo catalogaría como el mejor libro del mundo, es muy difícil que yo escoja un favorito, pero sostengo que este es el libro que le recuerda a un lector porque es lector y qué es lo que se siente ser lector.


Punto y aparte...


Según leía 𝘌𝘭 𝘧𝘪𝘭𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘱𝘪𝘦𝘭, me he detenido a hablarme, porque más allá de la historia lo que me llama a leer estas líneas, es el desarrollo del personaje principal y las conversaciones que pareciera tener conmigo. A veces me parece que siento a través de él y otras, no le entiendo nada. Por eso creo que me ha llegado profundo, porque me ha obligado a leerlo con detenimiento, ajena a la prisa que me acostumbra, para catar con delicadeza sus pensares; de la misma forma que se prueba un vino, con todos los sentidos en el momento... Y no me sorprende, no es la primera vez que leo a Valenzuela, no es la primera vez que paso por esto de verme enviciada con sus maravillosas propuestas literarias.


Les comparto mis fluires de consciencia, al momento de leer estas páginas.


Página 82

Tengo miedo de levantarme un día y descubrir que he perdido nuestro tiempo,

que me engañé en vano,

que me perdí en fantasías que nunca entendí.

Tengo miedo de levantarme un día

y romperte el corazón en mil piezas

para luego romperme yo

culpándome por que no pude verlo antes.

Tengo miedo de no entender lo que quiero,

de haber andado perdida en aquello que creí perfecto,

de darme cuenta que jugaba a mentir.

Miedo de no sentir tus besos reales,

de no lanzarme completa a tus mares porque... de repente descubrí que me da igual nadar.

Que te amé, pero no así.

Tengo miedo de mirarme y no saber lo que veo o peor aún, ver todo lo que me aterra,

lo que soy y no sabía.

Tengo miedo de querer perderte,

de hablarme a gritos hasta entender.

De despertar,

de cambiar,

de echarlo todo por la borda después de haber vivido tanto.

Tengo miedo de aceptar aquello que ni siquiera sé si es mío

o si es de otro.

De descubrir que nada es normal

y que el tiempo nos ha venido a tocar un timbrazo,

pero ambos hemos olvidado cómo abrir la puerta.


Página 130

La búsqueda de la identidad no me incita, porque nunca se está completamente seguro de aquello que se es, no sin el sutil miedo de que todo cambie y de la nada aparezca otra versión de ti para desdibujarte el rostro, no hasta que nos llega la muerte y entonces el camino está completamente trazado, sin fallas y sin posibilidad de alterarse. Por lo que mientras, sólo viviré cerca de lo más parecido, de lo que estoy casi segura que soy, de lo casi perfecto...


Por si de momento aparece esa y me mueve el tablero, y me sacude las piezas, no me sienta tan descolocada, tan ajena y tan rabiosa al perderlo todo; sino que tenga mi corazón dispuesto a la nueva partida. Siempre busco amarme en mis formas no definirme, tal vez por eso no tengo nada favorito, sino mucho que me encanta y por ahora esa es mi mejor forma de vivir.


Asumo el riesgo.


Página 194

Me deje a gusto y por voluntad,

por decision propia

como si el futuro de mi corazón no valiera nada

y el engaño de mis espectativas

tuvieran una garantía más allá del engaño mismo.

Me pensé inmortal, diferente, especial.

Me sentí capaz de burlar la realidad,

de poder descansar a ciegas en tu imagen de dosel.

Entonces, aún cuando sé que cada señal del universo trata de alertarme

y que mi intuición ya rebosa de banderas rojas, decido ignorarme,

porque algo me grita que la fantasía de lo que sueño está por encima de todo,

incluso de mí...

Y entonces me dejó destruir sabiendo que nada bueno me depara,

pero tentándome con la idea de que al menos vale la pena,

de que la esperanza es lo último que se...

Me dejó borrar sabiendo que más adelante lloraré con mi corazón sangrante en la mano,

y continuó como si no tuviera importancia

lanzarme a tu vacío,

pero la tiene.

La tiene.



Página 294

¿A caso es normal sentir que me escondo de quien digo amar, de quien dice amarme, sentir que le incómodo, que le debo, que le estorbo? Sé que no, sé que no, sé que...


Página 357: Desvínculo

Han dolido los días que se han tragado las horas de un bocado,

han dolido las memorias marchitas y disecadas en esas horas.

Se ha perdido todo en un espacio vacío

que solo tiene el eco titilante de las estrellas

del pasado,

y nada más.

Ha dolido la espera y la incertidumbre, y el dolor.

Ha dolido tu nombre y tu sonrisa ya desgastada por el peso del cambio,

ha dolido morir y volver tantas veces

y cada mano puesta en el fuego en vano.

Ha dolido ser y no ser, y ganar y perder.

Ha dolido escribir y deshilarme poco a poco hasta tocar el último tendón,

el último atisbo de nuestra soga.

Ha dolido verte y no verte, y pasar el tiempo.

Ha dolido saber y entender tantas cosas.

Ha dolido todo para que no duela nada

y ahora me he halado el último hilacho

y he separado la soga de la entraña.

He cortado nuestros nombres y he desecho nuestro lazo

para respirar por primera vez el agridulce de la vida.

Ha dolido todo para que no duela nada.


Página 367

Cuando todo se ha intentado y nada ha funcionado es necesario mutar, sólo así se obtienen resultados de aquello que estaba perdido, sobrio, estancado. Todo debe mutar, cambiar su forma, pasar el filo, para que se obtenga un buen resultado de algo que no podía ser diferente. Solo cuando cambian las variables se puede ver el plano completo.

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