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Natalie Rosario Ruiz

¡Hablemos de todo el tiempo del mundo!

Novela: Todo el tiempo del mundo

Autora: Lee Díaz

Reseñado por: Natalie Rosario Ruiz


Lee Díaz se abre paso en el mundo de las letras con una propuesta literaria muy potente que promete marcar hasta el sentimiento más profundo de cada uno de sus lectores. Nos cuenta la historia de Fiama, una mujer diagnosticada con una condición de salud mental, que tras un evento doloroso en su vida se verá forzada a recibir ayuda especializada para entender y poder manejar sus emociones con la paciencia y la entereza que estas ameritan. En su proceso conocerá a varias personas que, como ella, enfrentan diversas situaciones que los y las han llevado a tomar responsabilidad de su salud mental. Estos personajes, construidos por la autora novel, gozan de una muy buena estructura ya que son tan nítidos que se hace imposible no verlos, dialogar con ellos y reconocerlos en la vida misma. Sobre todo el personaje de Fiama, que confronta un desarrollo muy marcado y que trasciende, con toda intención, las páginas del libro. La Fiama que termina la historia no es la misma que la comienza y el lector que termina esta lectura tampoco lo será. La novela en sí nos devela el proceso que atraviesa la protagonista, el cual, más allá de ser parte de una historia ajena, se vuelve uno compartido. Al mismo tiempo, las escenas presentadas por la autora están muy bien trabajadas, lo que demuestra que Lee Díaz se hace de buenas estrategias para ilustrarle cada aspecto de la obra a su lector, dándole la oportunidad de compartir, junto con Fiama, cada esquina de este recorrido. Además de que en sus páginas se resalta una narrativa muy llamativa que le da una fuerza tonificadora a la historia. La autora nos retrata en letras un panorama que se siente franco; no una mentira. Cuenta las verdades desde la realidad, la empatía y el compromiso, no desde el imaginario. Informa de una manera diferente acerca del TLP; y las herramientas guardadas entre líneas ayudan no sólo a quienes tienen este trastorno, sino también a personas con otras condiciones de salud mental, como la depresión. Es por ello que la trama está cargada con mucho sentimiento y emoción. Es imposible no sentir con Fiama, y con los otros personajes, cada padecimiento y cada alegría. Las emociones de esta novela y de la autora misma, están muy vivas, coloridas y formadas. Son tan claras como las páginas blancas y las palabras negras del libro mismo. No hay forma de perderlas de vista o de pasarlas por desapercibidas. Son abarcadoras, y ese es el secreto para que este libro se te cuele hondo sin ninguna intención de abandonarte. Por otro lado, los diálogos están muy bien ajustados a la voz de cada personaje. Muy bien definidos y pensados, y muchos de ellos cargan mensajes sumamente importantes. Sobre todo los de Agostini. A su vez, esta historia está estructurada con una narración tan completa que el lector podría sentirse navegar por sobre las líneas de una voz que por momentos parecerá la de otro y en otras ocasiones parecerá la propia. De principio a fin la autora nos mantiene entremezclados con los personajes y lo que será de estos. Develándonos poco a poco detalles de la vida de Fiama que no nos dejaran indiferentes y que nutren esta novela de sentido, propósito y razón.


Cada capítulo me sorprendía más y más. Cada línea se derramaba como miel dulce en mi cabeza dándome a conocer los conflictos que enfrentaba la protagonista. Por lo que leer a Lee fue un deleite extrañamente agridulce, de mirar pa’ dentro de un otro y pa’ dentro de mí. Fue respirar sintiendo que respiraba y siendo consciente de ello. Fue un despertar.

Debo admitir que por varias semanas Fiama fue mi amiga, mi consuelo y mi ejemplo; y por ello me vi obligada a tomarla lento y con calma. Degusté cada línea como si se tratara del dulce más ambicioso creado en el mundo. Dejando que hiciera estragos en mí hasta que pude entender por qué su historia me significaba tanto. Este libro me ayudó de cierta forma a conocerme un poco más. A mirar las partes de mí que no sabía que había estado ignorando y a conocer mejor a las personas que conviven junto a mí. A entender cosas que daba por sentado desde una perspectiva limitada y que eran mucho más grandes y complejas de lo que imaginaba... o mucho más pequeñas y simples. No me puedo despedir de ustedes sin antes compartirles un fragmento para que se queden con el sabor agridulsado en la punta de la lengua, y busquen más:


"¿Quién dijo que hay que conformarse? ¿Quién dijo que no merecemos nada o más? Pongámosle nombre a lo que sea y luego tengamos los pantalones bien puestos, los huevos y los ovarios, y comencemos a luchar. [...] Existimos los valientes, los arrojados los descarados, los que vamos de frente y no le vamos colgando culpas a santos sordos ni con quien sea que hayamos tenido la dicha o la desdicha de cruzarnos en nuestro constante, y muchas veces errante, caminar. Queremos TODO, merecemos TODO. Solo basta que dejemos de parlotear. Si el milagro de nuestra vida no es nadie más que ese que nos mira desde el otro lado del espejo cada día pidiéndonos cuentas de lo que somos y de lo que nos falta por alcanzar. Decisiones... elecciones... eso y nada más... ¡Soñadores despertemos! Que la vida es eso que ocurre mientras nos dedicamos solo a añorar, mientras nos hacemos pajas mentales de lo que pudo haber sido o de lo que ese miedo pesimista y cobarde en nosotros dictamina que nunca llegará a pasar... Yo sé, y ustedes también lo saben, que ya todos nosotros dejamos de ser pobres niñitos asustados, el cuco, de la forma en que fuera, ya dejó de acecharnos en la oscuridad".


Les invito a que si esta novela les pega tanto como a mí, también hagan su carta del perdón para que la lean frente al espejo, y a que llenen una cubeta de arena con tres deseos a la orilla de la playa.


Un abrazo,


La Malamañosa.

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